CDMX. Nacido en 1995, Jared Olea recuerda con nostalgia la época dorada del Puerto de Acapulco, cuando John F. Kennedy y su esposa Jackie llegaron para celebrar su luna de miel, las lujosas mansiones de artistas como Luis Miguel o los multitudinarios conciertos de música del llamado AcaFest.
Durante 10 años, Jared trabajó como mesero, promotor y gerente de un restaurante en una de las zonas más concurridas por los turistas; la vida le pintaba bien, contrajo matrimonio, se mudó a una casa de interés social en la colonia Colosio y pudo hacer de su primer automóvil.
«El 24 de octubre de 2023 llegó un huracán llamado Otis, que evolucionó rápidamente de tormenta tropical a categoría 5 en menos de 24 horas. La devastación fue total, después del desastre natural vino la crisis social, sin luz, agua y alimentos, comenzaron los saqueos”, relató.
De un momento a otro, Jared lo perdió todo, casa, enseres domésticos, auto y empleo.
La única opción que encontró fue migrar, trasladarse a Tijuana a más de tres mil 100 kilómetros del puerto de Acapulco, en busca de una nueva oportunidad para salir adelante.
Sin saberlo, Jared Olea se convirtió en un refugiado ambiental o desplazado climático, términos acuñados en los años 70 y 80, cuando el calentamiento global todavía se veía muy lejano.
«Más que por una guerra o por la violencia, tuve que huir de Acapulco debido al cambio climático”, manifestó.
De acuerdo con el Informe Global sobre Desplazamiento Interno, elaborado por el Consejo Noruego de Refugiados (NRC), 196 mil mexicanos, entre ellos, Jared, tuvieron que abandonar sus hogares en 2023 a causa de desastres naturales, principalmente por el huracán Otis.
Justo un año después, en 2024, el huracán John, pegó en Acapulco, y la cifra de desplazados internos, sumó otras 53 mil personas.
Octavio López, director de Nación Verde, organización de la sociedad civil dedicada a la restauración y conservación de ecosistemas con plantas nativas, alertó que al año entre 50 mil y 100 mil mexicanos se convierten en refugiados ambientales.
«El año pasado fue un año excepcional, llegaron a la frontera más de un millón de personas, y de éstas, entre cinco y 10 por ciento fueron por cuestiones climáticas”, indicó.
El Informe Groundswell (Marejada) elaborado por el Grupo de Cambio Climático del Banco Mundial, calcula que para el año 2050, tres millones de personas en México habrán migrado internamente de manera forzada por sequías intensas, olas de calor y tormentas.
OASIS EN EL DESIERTO
Nación Verde, con sede en Tijuana, ha dado cobijo a refugiados ambientales o desplazados climáticos que llegan a una de las fronteras más concurridas entre México y Estados Unidos.
Octavio López, recordó que también los graves impactos de la sequía en el campo mexicano, la sobreexplotación de la mayoría de los acuíferos y la deforestación están expulsando de sus comunidades a un gran número de personas.
«Reveló que tan sólo en Nación Verde 12 integrantes de un equipo de 60 personas son de Guerrero, “y llegaron hasta aquí huyendo de los desastres naturales”.
Jared Olea trabaja en el área de Contabilidad y vive en el Centro Comunitario de Nación Verde, para tratar de ahorrar y muy pronto poder traer a su esposa del puerto de Acapulco a esta ciudad fronteriza.
«Ella sigue viviendo allá, está estudiando y todavía no hay forma de que pueda salir como yo”, lamentó.
PARTE DE LA SOLUCIÓN
Para evitar la migración por razones climáticas, la organización internacional Costa Salvaje cuenta con ambiciosos programas de restauración de manglares en costas mexicanas financiado con recursos privados, asegurando un ingreso a las familias sin tener que salir de sus comunidades.
Tal es el caso del Parque Nacional Lagunas de Chacahua, en Oaxaca, donde los habitantes de localidades indígenas y afromexicanas, resultaron severamente impactados hace apenas unas semanas por el huracán Erick categoría 2 en la escala Saffir-Simpson.
Serge Dedina, director ejecutivo de Costa Salvaje, explicó que la idea es crear fuentes de empleo para restituir servicios ambientales, y con eso evitar que la gente salga expulsada de sus lugares de origen en busca de mejores condiciones de vida.
Detalló que mientras reciben un salario seguro, las personas trabajan en la reforestación y rehabilitación de los manglares, que son los escudos naturales que los ayudarán a protegerse de los efectos devastadores del cambio climático, que lamentablemente cada vez serán peores.
«Es una inversión en toda la comunidad, para que los habitantes no tengan que migrar y puedan estar preparados para lo que viene”, remató.
Con información de Excelsior.