Los efectos del cambio climático, ya presentes en muchos puntos del planeta, llevan a la necesidad y urgencia de discurrir y pensar en técnicas que con mayor o menor eficacia alivien la sequía. Para que llueva o para que nieve se necesitan nubes y si no las hay, hay que “sembrar” o modificar las existentes, es decir, hay que engañar a la naturaleza para que esta se comporte como si hubiera o tuviera esta capacidad de precipitación.

La técnica, conocida como siembra o bombardeo de nubes, costosa y aún no probada suficientemente, no es nueva y no solo se ha empleado contra la sequía, sino también como arma de guerra.

El origen, ‘el cuenco de polvo’

La siembra o bombardeo de nubes, una técnica de modificación del clima, que imita el proceso natural por el que se forma la lluvia, conlleva la inyección de sustancias químicas en las nubes, de manera que se pueda conseguir el efecto deseado en el clima, bien provocar agua o nieve, en momentos de sequía o evitar o disminuir precipitaciones, sobre todo las más catastróficas.

La técnica no es nueva. Surgió en los años cuarenta del siglo pasado, pero las investigaciones comenzaron diez años antes, forzadas entonces por una persistente sequía en Estados Unidos, acompañada de devastadoras tormentas de polvo que provocaron éxodos masivos, hambrunas y una gran mortandad.

El fenómeno, que pasó a la historia con el nombre de “Dust Bowl” o el cuenco de polvo, provocó las primeras investigaciones que vieron la luz a mediados de los años cuarenta, concretamente el 13 de noviembre de 1946, cuando el norte de Nueva York vivió una gran nevada después de haber inyectado desde un avión 2.7 kilogramos de hielo seco en las nubes.

Desde entonces, y pese a las limitaciones técnicas, el método, con más o menos acierto, se sigue empleando en todo el mundo. Pero ¿en qué consiste la siembra de nubes?

El yoduro de plata, el protagonista

Técnicamente la “siembra” consiste en dispersar en las nubes partículas de yoduro de plata, un catalizador que genera una reacción química capaz de liberar el hidrógeno, que, en contacto con el oxígeno de la atmósfera, forma agua.

Hay también otros catalíticos como la sal, el hielo seco o el nitrógeno líquido, pero es el yoduro de plata el que se ha revelado como el más efectivo y barato, además de inocuo, dado que no altera la composición química del agua.

Pero para conseguir el fenómeno meteorológico deseado no valen todas las tormentas, ni todas las nubes, solo aquellas que reúnan unas condiciones determinadas de viento y que contengan agua por debajo de los cero grados para condensar la humedad en gotas.

Es entonces cuando se practica la siembra que, según expertos, debe realizarse desde abajo, para aprovechar las corrientes ascendentes presentes habitualmente por debajo de las nubes o se pulveriza en ellas para que la humedad se condense entorno a esas partículas y genere así gotas de agua y a continuación lluvia.

La ONU estima que esta fórmula, que se sirve de drones, cañones desde tierra, aviones o helicópteros, puede aumentar las precipitaciones hasta en un 15 % en las condiciones adecuadas.

Mejor que llueva, que llueva…

Sin embargo, sobre esta técnica, que es costosa, la comunidad científica no se pone de acuerdo, debido sobre todo a la complejidad que entrañan los procesos que tienen lugar en el interior de las nubes para que finalmente llueva, las dificultades propias del método y el desconocimiento sobre las consecuencias a largo plazo de la aplicación del mismo.

China es uno de los países que más invierte en este sistema, que ha utilizado para paliar sequías como la de la cuenca del río Yangtsé, el más largo del país; apagar incendios o paliar las fuertes tormentas primaverales de arena.

Precisamente en 2007 científicos chinos conseguían de esta forma nieve artificial en la meseta tibetana, la más alta del mundo, con una altura superior a los 4.500 metros, asolada por la sequía.

Por contra, Israel, pionero en la búsqueda de soluciones a la aridez, estudió y practicó durante años este procedimiento, pero dejó de aplicarlo por considerarlo ineficiente.

Según un estudio publicado en 2023 la fórmula, costosa, había incrementado sólo 1.8% las lluvias.

Asimismo, a finales de los años 80, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) decidió comprobar por sus medios la eficacia del método y lo llevó a cabo en una zona de la provincia de Valladolid, en el norte de España, y los resultados no fueron concluyentes, es decir, sí se podía practicar el experimento, pero conseguir el efecto deseado era otra cosa, decía el informe.

Conflictos por las nubes

Además, la siembra no está exenta de otras preguntas e inquietudes, como: ¿y si conseguir agua de unas nubes con esta fórmula en zonas secas implica quitar el agua de nubes que hacen frontera con otros países que también se secan? o ¿es posible que por aplicar esta técnica se incorpore tensión entre estados?

En 1976 Naciones Unidas adoptaba ya el Convenio ENMOD, sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles.

ENMOD tenía su fundamento en la guerra de Vietnam, cuando Estados Unidos, en una operación bélica sin precedentes, aplicó el proyecto Popeye, consistente en inyectar toneladas de yoduro de plata en las nubes para incrementar el nivel de lluvias de los monzones, típicos de la zona, provocar inundaciones y neutralizar a las tropas de Ho Chi Minh.

Los países firmantes de ENMOD se comprometían ya entonces a no utilizar las nubes como arma de guerra contra otros países también suscriptores del tratado. Cumulus, stratus, cirrus o nimbus, las nubes, fundamentales para la vida en la Tierra, siempre “hablan”, y sobre todo lo hacen para aquellos que saben interpretarlas y utilizarlas.

Con información de EFE Reportajes.