Chihuahua, CHIH. En San Antonio de San Juan, una pequeña comunidad rural en Chihuahua, César Rodríguez Varela observa sus huertos de manzana con una mezcla de impotencia y rabia. La lluvia no ha llegado como debería en tres años consecutivos, y la sequía ha dejado al campo en los huesos. “Los pozos se quedan sin agua”, lamenta. “Hemos perforado varios y no encontramos nada”. La situación no es nueva para él, pero nunca había sido tan crítica.
La falta de lluvias ha provocado que muchos productores como Rodríguez enfrenten una realidad cada vez más dura: el agua ya no alcanza ni para lo más básico. En su comunidad, la gente acude a los pozos agrícolas para llenar cubetas que les sirven para bañarse o abastecer sanitarios. La producción de manzanas ha caído drásticamente: de 60 toneladas por hectárea hace tres años, ahora apenas cosecha 40. El fruto sale más pequeño, de menor calidad, y a un costo mayor, porque extraer agua del subsuelo implica usar más energía. “Pero el agua de pozo nunca se compara con el agua de lluvia”, afirma.
El impacto económico es profundo. Rodríguez solía contratar a más de 1,500 jornaleros durante la temporada de cosecha, en su mayoría personas de la Sierra Tarahumara. Ahora, apenas podrá ofrecer empleo a 900, si bien le va. “Es una cadena de pérdidas”, dice. Menos agua, menos producción, menos empleo. A eso se suma la venta forzada de ganado: sin pasto ni forraje, muchos ganaderos se ven obligados a deshacerse de sus animales. “Verlos morir es peor, pero a veces no hay opción”, explica.
La Comisión Nacional del Agua confirma el panorama: 67 municipios del estado registran condiciones de sequía extrema o excepcional. Aunque tormentas recientes como Dalila trajeron algo de alivio en el Pacífico, las lluvias no han sido suficientes para revertir el deterioro. Los pozos se están abatiendo, los mantos freáticos bajan y los costos para extraer agua se disparan. A esto se suma el retiro de apoyos institucionales: los productores acusan que Conagua les ha retirado subsidios clave como la tarifa nocturna para uso agrícola, lo que duplicó sus costos de extracción. También denuncian la falta de respuesta a las solicitudes de prórroga para concesiones de agua. “Lejos de ayudarnos, nos están complicando más”, reclama Rodríguez.
La crisis hídrica no se limita al campo. Expertos de la UNAM y de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez han advertido que 26 zonas metropolitanas del norte de México —incluyendo Monterrey, Hermosillo y Ciudad Juárez— enfrentan escasez severa. El volumen de agua disponible por habitante ha caído de 191 metros cúbicos en 2005 a apenas 139 en 2025. “En algún punto vamos a tener que decidir: ¿agua para la ciudad o para el campo?”, advierte Adrián Vázquez, especialista en clima. Una pregunta incómoda, pero inevitable.
Rodríguez no espera apoyos del gobierno, pero sí una tregua del cielo. “No recuerdo tantos años secos seguidos”, dice. “El pozo de agua potable del pueblo ya da menos que antes. El agua se tiene que racionar. Si no llueve pronto, no sé qué vamos a hacer. Aquí, sin agua, no hay nada”.
Con información de Más Información.