Chihuahua, Chih. un domingo como cualquier otro y la vida se desarrolla en la Comunidad LeBarón. No cabe duda, es domingo y hay que aprovechar las últimas horas para pasarla en familia y platicar sobre la semana que viene.
Iglesia, política, noticias, convivencia y otros, son los tópicos que imperan a la mesa familiar en cada hogar LeBarón. Nadie está excluido de la plática, desde los menores hasta los mayores.
Todos están listos para iniciar la semana con trabajo o escuela, salvo quienes han decidido tomarse unos días de descanso.
Y así lo hacen Christian Bruce LeBarón Jhonson y Shem Lamar Stubss Gwin, que salen de la Comunidad para que unos kilómetros más adelante, se les unan Miguel Ángel Moreno Sánchez y Manuel Horacio Ríos Jacobo.

Ya decidieron: emprenderán la aventura -una más- a las intrincadas carreteras de la Sierra Tarahumara, a disfrutar de la libertad que entra por los pulmones en forma de aire puro, a que los motores de las motocicletas rujan como animales salvajes al desplazarse sin ataduras y a que los problemas comunes y diarios de la vida, se consuman en las fogatas que encenderán para mitigar el frío cada noche de viaje.
Y así salen de Comunidad LeBarón y los empresarios de El Valle –Buenaventura- con rumbo a la Sierra.
Todos en LeBarón se van a dormir, pero algo en sus corazones les hace sentir que no anda bien. Ninguno de los cuatro viajantes responde llamadas ni mensajes cuando quieren saber de ellos.
Así pasan las últimas horas del domingo, pensando que las altas cimas y las profundas simas, abrazan fuertemente las señales de teléfono que evitan la comunicación hacia fuera de la esplendorosa Sierra Tarahumara.
También las primeras horas del lunes 22 de enero, así transcurren, aunque la intranquilidad hace mella y construye su fortaleza en quienes están enterados.
Pasadas las cinco de la tarde, el pueblo –en voz de sus líderes- ha decidido: emitir una alerta de búsqueda porque la zozobra se ha configurado en la llamada que no querían recibir.

Están pidiendo rescate por los hijos de LeBarón y también por sus amigos. Están secuestrados.
El eco resuena, primero, en la Comunidad y localidades cercanas. Luego, en todo Chihuahua, México y el mundo. Las redes son poco discretas y el estruendo golpea en la memoria de quienes han enfrentado el 2009, el 2018, el 2019…
Poco antes de la media noche, pocos duermen y quienes lo hacen, no descansan.
El ring del teléfono vislumbra un faro en la niebla: Christian Bruce y Shem Lamar se encuentran en una casa dentro de El Largo Maderal, en el municipio de Madera. Hay que ir por ellos.
Asustados, agitados y las huellas de haber estado hincados y atados por más de 24 horas, son visibles en sus cuerpos. Pero viven para contarlo.
“Qué agradable es estar libre, apenas lo puedo creer; nuestro pueblo lo volvió a lograr. Gracias”, son las primeras palabras que dice Christian al arribar a su Comunidad, pasadas las dos de la mañana.

Pero la batalla va a la mitad: solos dos, de cuatro secuestrados, están libres.
Y deciden.
“No nos vamos a detener hasta que liberen a todos con vida”, sentencia Adrián LeBarón a través de las redes sociales.
Al filo de las cinco de la mañana, reunidos los liderazgos de LeBarón, deciden viajar a la capital del estado. Exigirán la búsqueda y localización de Miguel y Manuel. No hay tratos, no hay treguas, no hay opciones.
Sale una caravana de más de cincuenta camionetas de Comunidad LeBarón hacia Chihuahua capital. Todos los medios locales, nacionales e internacionales, atentos.

Hay fotógrafos apostados por las calles donde pasará el contingente. Hay reporteros juntándose en el lugar de la manifestación.
Conductores a favor y en contra –los menos- de otro cierre del centro, al fin y al cabo, saben que los LeBarón luchan por justicia.
Llegan al centro y los funcionarios estatal no los hacen esperar. Pasan a la sala de Santiago de la Peña, secretario General de Gobierno. Ahí también está César Jáuregui, fiscal General del Estado.

Una entrevista donde se intercambia información, donde se calman los ánimos, pero también donde se encienden por la desesperanza de no encontrar a sus amigos.
Julián, entrevistado por medios, adelanta la toma de puentes internacionales si no hay una respuesta favorable en la búsqueda de Miguel y Manuel.
Así pasan las horas: tomando café, gritando y exigiendo que regresen a sus secuestrados.
Bryan dicen en una entrevista: voy a decir algo que nunca he dicho. Les pido a los secuestradores que nos devuelvan a nuestros amigos, no tienen porqué tenerlos secuestrados; por favor, les pido que los devuelvan.

La súplica, aunada a la presión de los medios y el trabajo oficial de búsqueda, parecer impactar en el fondo de la conciencia de los captores. O sería el miedo de ser localizados.
Después de las cinco de la tarde, los LeBarón reciben una llamada diciéndoles que Manuel y Miguel están en una tienda dentro de la comunidad de El Largo Maderal, en Madera –también-, donde fueron liberados Shem y Christian.
La noticia llega a todos los manifestantes. Luego se extiende a los amigos cercanos y después trasciende a los medios.

LeBarón ha ganado una batalla más contra el crimen organizado.
A través de redes Bryan y Julián LeBarón, acompañados de su comunidad, agradecen y piden disculpas si en su desesperación ofendieron a alguien, especialmente a la gobernadora Maru Campos.
Montan sus camionetas y regresan a LeBarón.
Mañana hay que trabajar y seguir produciendo para hacer de su Tierra Prometida un lugar donde prosperen las generaciones sucesivas de los líderes de hoy.