TikTok, Instagram y otras plataformas refuerzan síntomas de ansiedad y depresión en adolescentes al fomentar la comparación social, la presión estética y la adicción a la validación.

A sus 17 años, Sofía pasa más de cuatro horas al día en redes sociales, especialmente en TikTok. Lo que empezó como una vía para divertirse se convirtió en una fuente de ansiedad. “Veo a otras chicas con el cuerpo perfecto, con más amigos, más seguidores… siento que no soy suficiente”, cuenta. Tras varios episodios de llanto, insomnio y aislamiento, fue diagnosticada con depresión leve.

Como Sofía, miles de adolescentes y jóvenes adultos en el mundo enfrentan problemas de salud mental agravados por el uso intensivo de redes sociales. Diversos estudios han comenzado a documentar de forma rigurosa los efectos psicológicos de plataformas como Instagram, TikTok y BeReal, particularmente en usuarios menores de 25 años.

Un vínculo creciente

En mayo de 2023, la Asociación Estadunidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) publicó una guía oficial en la que afirma que existe “una asociación significativa entre el uso problemático de redes sociales y la aparición de síntomas depresivos, ansiedad y trastornos del sueño en adolescentes”.

El documento subraya que el tiempo de exposición, los contenidos visualizados y la ausencia de habilidades críticas para interpretar lo que se ve, son elementos que potencian el daño emocional. La APA recomienda que los menores de 15 años usen redes bajo supervisión y no más de una hora al día.

Mientras que Facebook marcó el inicio de la era de la conexión constante, redes como TikTok y BeReal han elevado la presión social a nuevos niveles. TikTok, con sus algoritmos altamente adictivos, favorece la exposición de cuerpos, lujos, rutinas estéticas y “vidas ideales”, reforzando estándares imposibles.

La era del «scroll infinito»

Instagram, aunque ha intentado ocultar los “likes” en algunos países, sigue promoviendo la imagen curada y comparativa. BeReal, por su parte, nació como una alternativa auténtica, pero los usuarios reportan ansiedad al tener que “mostrar algo interesante” todos los días en tiempo real.

Un estudio publicado en The Lancet Child & Adolescent Health en 2023 confirmó que el uso de redes sociales está asociado con una mayor probabilidad de experimentar baja autoestima, ansiedad, aislamiento social y síntomas depresivos, especialmente en mujeres adolescentes (Lancet, 2023).

Asimismo, una revisión sistemática publicada en JAMA Psychiatry en febrero de 2024 encontró que los adolescentes que usaban redes sociales más de tres horas al día tenían un 60% más de riesgo de desarrollar síntomas depresivos que aquellos que las usaban menos de una hora diaria.

Mecanismos cerebrales en juego

Las plataformas digitales están diseñadas para activar los circuitos de recompensa del cerebro a través de notificaciones, likes y visualizaciones. Este estímulo constante de dopamina, combinado con la comparación social negativa, puede generar una sensación de vacío cuando la vida real no se parece a lo que se ve en pantalla.

Además, el uso excesivo de redes está relacionado con alteraciones en el sueño, dificultad para concentrarse y una disminución en la calidad de las interacciones sociales presenciales, según datos del Center for Digital Health de la Universidad de Harvard.

Los expertos identifican tres factores principales que explican por qué las redes sociales pueden detonar o agravar síntomas de depresión:

Comparación constante: Observar vidas idealizadas genera sensación de fracaso o insuficiencia.

Ciberacoso y rechazo digital: Comentarios ofensivos o exclusión pueden tener un fuerte impacto emocional.

Búsqueda compulsiva de validación: El “like” como medida de autoestima genera dependencia emocional.

¿Qué están haciendo las plataformas?

Frente a las crecientes críticas, algunas redes sociales han implementado medidas para mitigar los efectos negativos. TikTok, por ejemplo, ha comenzado a limitar notificaciones nocturnas para menores de edad, y Facebook incorporó herramientas de control de tiempo en pantalla.

Sin embargo, organizaciones como UNICEF señalan que estas acciones siguen siendo insuficientes. En su informe sobre el Estado Mundial de la Infancia 2023, alertan que las redes sociales se han convertido en “una fuerza global con impacto directo en el bienestar emocional de las nuevas generaciones” (UNICEF, 2023).

De acuerdo con la APA y la Red Internacional de Salud Mental Digital, las siguientes prácticas pueden ayudar a reducir el impacto negativo del uso de redes sociales:

Establecer límites de tiempo y horarios de uso (idealmente no más de 90 minutos al día).

Seguir cuentas que promuevan la salud mental, diversidad corporal y autenticidad.

Fomentar el pensamiento crítico sobre lo que se ve en línea.

Crear espacios sin celulares: comidas, antes de dormir o en actividades familiares.

Buscar apoyo profesional si hay señales de ansiedad, depresión o aislamiento.

Más allá de la pantalla

“Las redes sociales no causan depresión por sí mismas, pero sí actúan como amplificadores de inseguridades y distorsiones cognitivas, sobre todo en etapas vulnerables como la adolescencia”, explica la psicóloga clínica Rosaura Márquez, especialista en salud mental juvenil.

Hoy, Sofía ha comenzado terapia y ha reducido su tiempo en redes a menos de dos horas diarias. Ha aprendido a dejar de compararse. “Estoy empezando a seguir cuentas que hablan de salud mental, y eso me ha ayudado a entender que no tengo que ser como las demás para valer”.

Con información de Excélsior.