Chihuahua, Chih. Un promedio de vida menor a treinta años es lo que pronostican activistas ambientales y rarámuris que habitan en la Sierra de Chihuahua dada la excesiva tala clandestina y legal que provoca grandes extensiones de tierra sin árboles cuando en años anteriores, se veía totalmente poblado.

“Si vamos a este paso en unos 30 años quien sabe cómo estará, va peligrando…se pueden acabar el bosque de Chihuahua si a nadie de le interesa y le importa defender”, dijo “Teresa”, una lideresa rarámuri que tiene varios años que lucha contra la deforestación encabezada por grupos criminales en colusión o sumisión de las autoridades en la materia.

Héctor Fernando Martínez Espinoza, vicario general de la Diócesis de la Tarahumara, mencionó que treinta años le parecen muchos y son visiones muy positivas pues el olvido gubernamental en que ha estado aquella zona, hace invisible la variedad de problemas en que se encuentra inmersa.

Aunque no hay cifras concretas, la activista aseguró que en un solo día pueden cortarse hasta mil árboles sin ninguna dificultad, mismos que son enviados a los aserrados clandestinos y no en diferentes zonas de la entidad.

En teoría, Para atender el problema la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) operan el Programa de Combate a la Tala Clandestina y el Programa Nacional Forestal (Pronafor) aunque en Chihuahua están desaparecidas ambas instancias.

RadioFrecuenciaDigital.com buscó a los encargados a titulares de estas oficinas desde diciembre pasado sin ningún éxito. En lo “bajito”, un funcionario del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) fue claro y dijo que “es un problema tan grande y complejo que implican tantas cosas que no puede hablarse claramente de ello. Los grupos tienen amenazadas a las comunidades y si nosotros hablamos, después ya no podemos entrar a la Sierra”.

Zona devastada por la tala excesiva. Apenas se ven árboles cortados

El testimonio

“Observo que desde años atrás, uso de razón siempre he visto que la tala siempre ha existido pero últimamente estos años veo con mucha más intensidad, como que quieren acabar el bosque a toda costa”, dijo la activista rarámuri quien ve con tristeza la realidad.

Desde niños, las etnias oriundas de Chihuahua, tienen en mente el cuidado de los árboles, el agua, los animales y todo aquello que su madre –la tierra- les ha prestado, llegando a considerarles como hermanos mayores. Así es su cosmovisión.

“Teresa” dice que los rarámuris sienten tristeza e impotencia por el vacío y ausencia de autoridades y que su comunidad no pueda competir ni detener esta destrucción.

Aunque han acudido a las instancias de todos los niveles, sus denuncias no prosperan, asegura, y la tala de árboles continúa día y noche y se cuestiona cómo es que los grandes camiones circulan por las carreteras sin que sean investigados: “o no les interesa o están de acuerdo con ellos”, resume.

“Nosotros no podemos competir con ellos y el pensar de nosotros es ir caminando atrás de ellos. Después que arrasan vamos tras ellos, queremos trabajar con trabajos temporales en restaurar esos espacios que quedan descubiertos”, asintió.

Se siente comprometida con el cuidado de la tierra, el agua y los minerales y aplauden cuando se anuncian obras de restauración por parte de los Gobiernos pero la desilusión se apodera cuando los recursos o son desviados o simplemente no llegan con el impacto que deberían por el desinterés o desconocimiento de quienes están al frente.

“No tienen uso de razón y no entienden para qué sirven nuestros bosques”, acusa.

Le preocupa que la nuevas generaciones de rarámuris y chabochis no puedan tener un poco de bosque para respirar aire puro y admirar la majestuosidad de la naturaleza.

Ha podido percibir en sus recorridos por visitas a familiares o por trabajo, que Guadalupe y Calvo y Guachochi son las zonas más devastadas aunque otros municipios serranos no están exentos de esta invasión.

Su voz y semblante cambian radicalmente cuando recuerda la destrucción en ejidos como Norogachi, Papajichi, Choguita, Cahui, Saguerachi, Tataguichi, Basíhuare y Cusárare.

En años pasados, agrega, se cortaban árboles grandes y viejos pero en la actualidad puede verse cómo son cortados árboles jóvenes y delgados.

Zona de la Sierra Tarahumara donde ya hay grandes extensiones de tierra sin árboles

La contaminación por turistas, otro frente de guerra

“Teresa” sabe que el turismo les hace mucho bien por la derrama económica que dejan en la zona serrana pero también sabe el daño que pueden provocar.

Y no solo ellos, las empresas y comerciantes que llegan a instalarse de manera itinerante, también dejan grandes cantidades de basura.

La irresponsabilidad y falta de conciencia respecto a la contaminación, ha dejado zonas con deshechos de plástico y poliuretano que tardan muchos años en degradarse. Además de la pésima imagen que provoca.

Y si la basura no es dejada en los pueblos o entre los árboles, muchos de los visitantes solo avientan las bolsas con despojos a través de las ventanas de los vehículos dejando la inmundicia al borde de las carreteras.

Luego los animales o los aires arrastran esos despojos a los ríos y lagos provocando una contaminación mayor. Y el ciclo negativo se repite.

“La tierra está por morirse junto con todos los habitantes estemos donde estemos, es necesario trabajar en el tema”, reconoce con tristeza y haciendo el llamado para visitar la zona serrana pero con la mentalidad de cuidar “la casa que habitamos todos”, concluyó.

Organizan Mesa de Trabajo para combatir la tala clandestina

Durante las mesas de trabajo

El pasado 20 de febrero, las Fiscalías de Distrito Zonas Occidente y Noroeste participaron en una capacitación sobre la atención y el combate a la tala clandestina.

Durante el arranque de las conferencias, el Fiscal de Distrito Zona Occidente, Edgar Chaparro Venzor, destacó el trabajo conjunto entre los tres órdenes de gobierno para hacer frente a esta problemática.

“Este tipo de encuentros nos permiten fortalecer los conocimientos, homologar criterios y a la par, coordinar las estrategias para actuar bajo una misma directriz”, explicó.

Los temas impartidos por la Procuraduría Federal de Protección del Medio Ambiente (PROFEPA) y por Ministerio Públicos fueron identificación de documentación, requisitos para el transporte y el aprovechamiento de los recursos forestales, intervenciones y/o detenciones.

En el curso se contó con la presencia de los Alcaldes de Guerrero y Madera, Carlos Comadurán Amaya y Marcelino Prieto Carreón, respectivamente, así como Comisarios Ejidales, personal de la Agencia Estatal de Investigación, Ejército Mexicano, Guardia Nacional, Seguridad Pública Municipal de Guerrero y Protección Civil.