CDMX. Durante décadas, la obesidad ha sido tratada con la recomendación básica de “comer menos y moverse más”. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que esta estrategia solo funciona a corto plazo en más del 80% de los casos.
Un artículo publicado en Science en 2023 señala que no hay consenso sobre las causas de la pandemia de obesidad, mientras que un editorial de The Lancet lamentó que, pese a afectar a casi un octavo de la población mundial, aún no se ha alcanzado un acuerdo sobre su definición exacta.
El desarrollo de nuevos medicamentos ha revolucionado el tratamiento de la obesidad en los últimos años. En 2017, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó la semaglutida, conocida comercialmente como Ozempic, un fármaco inicialmente desarrollado para tratar la diabetes tipo 2.
Este medicamento actúa imitando la acción del péptido similar al glucagón (GLP-1), una hormona que reduce el apetito y regula el metabolismo. Su éxito en la reducción de peso –con pérdidas de hasta el 15% en 68 semanas– abrió la puerta a una nueva generación de fármacos para la obesidad.
El principal competidor de la semaglutida es la tirzepatida, desarrollada por la farmacéutica Eli Lilly, que además de imitar el GLP-1, incorpora un análogo del péptido inhibidor gástrico (GIP), una hormona que potencia la liberación de insulina y reduce el azúcar en sangre. Los ensayos clínicos han demostrado que este fármaco logra una pérdida de peso media del 20% en 72 semanas, superando a su predecesor.
La industria farmacéutica continúa explorando nuevas opciones, con al menos 100 candidatos en pruebas para un mercado que podría alcanzar los 100,000 millones de dólares en 2030. Entre los desarrollos más prometedores se encuentra la retatrutida, también de Eli Lilly, que combina GLP-1, GIP y glucagón, una hormona que regula el azúcar en sangre. En ensayos clínicos, este medicamento ha conseguido una reducción de peso del 24% en sus participantes y podría aprobarse en 2027.
Por su parte, Novo Nordisk, la farmacéutica detrás de Ozempic, trabaja en Cagrisema, una combinación de GLP-1 con un análogo de la amilina, hormona que ralentiza el vaciado gástrico y reduce el apetito. Aunque los ensayos clínicos han mostrado pérdidas de peso del 22.7% en 68 semanas, el mercado reaccionó con escepticismo, lo que provocó una caída del 29% en las acciones de la empresa en un solo día. Aun así, se espera que el fármaco reciba aprobación en 2026.
Los fármacos para la obesidad imitan hormonas producidas en el intestino, el páncreas y el tejido graso, que envían señales al cerebro para regular el apetito. Según Andreea Ciudin, coordinadora de la Unidad de Tratamiento Integral de la Obesidad del Hospital Vall d’Hebron, en Barcelona, el futuro de estos tratamientos está en la medicina de precisión. “Hasta ahora, trabajamos por ensayo y error, pero ya estamos a punto de tener herramientas para medir qué hormona le falta a nuestro paciente”, explica. Esto permitiría personalizar los tratamientos según las necesidades específicas de cada individuo.
Manuel Tena, catedrático de Fisiología de la Universidad de Córdoba, subraya que el impacto de estos fármacos va más allá de la pérdida de peso. “Mejoran el perfil metabólico, la resistencia a la insulina y pueden revertir la diabetes tipo 2”, señala. No obstante, advierte que estos medicamentos deben usarse junto con cambios en el estilo de vida. “Incluso con los fármacos, se debe continuar con un tratamiento integral de la obesidad”, añade.
Los especialistas coinciden en que la obesidad no es solo el resultado de malos hábitos alimenticios o falta de ejercicio. “Debemos dejar atrás la idea de que la gente con obesidad simplemente come mucho y no se mueve”, afirma Ciudin. Explica que muchas personas con obesidad tienen alteraciones en la producción de hormonas reguladoras del apetito, lo que hace que las dietas convencionales sean poco efectivas.
Además, el cuerpo humano tiene mecanismos de defensa contra la pérdida de peso. “Cuanto más restrictiva sea la dieta, más va a resistirse el cuerpo y peor será la adaptación metabólica”, advierte Ciudin. “Por eso, quienes han hecho muchas dietas sin supervisión médica pueden terminar con un metabolismo basal reducido, lo que les dificulta aún más perder peso”.
Cristóbal Morales, endocrinólogo del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, señala que el enfoque en la pérdida de peso debe ir acompañado de la preservación de la masa muscular. “No se trata de adelgazar rápido, sino de hacerlo de manera saludable y sostenible”, apunta.
Los ensayos clínicos muestran que los participantes en los grupos de placebo, a quienes se les ofrece apoyo nutricional y seguimiento médico, logran perder un 3% o 4% de su peso corporal. En cambio, los nuevos fármacos permiten alcanzar reducciones cercanas al 25%.
El futuro del tratamiento contra la obesidad parece encaminado hacia una combinación de fármacos personalizados, cambios en el estilo de vida y un enfoque más amplio sobre las causas metabólicas y hormonales de la enfermedad.
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