Katharine Burr Blodgett, una figura destacada en el mundo de la ciencia del siglo XX, dejó un legado imborrable en la física y la química de superficies. Nacida en 1898 en Schenectady, Nueva York, Blodgett se destacó desde temprana edad por su aguda mente científica y su determinación inquebrantable para desafiar los estigmas de género en el mundo académico y profesional.
Criada en un entorno familiar marcado por la innovación y la excelencia científica, Blodgett encontró inspiración en su padre, un destacado abogado de patentes en General Electric. A pesar de enfrentar la adversidad tras la trágica pérdida de su padre antes de que ella naciera, Blodgett persistió en su búsqueda de conocimiento y excelencia académica.
Educación y primeros logros científicos
Su educación formal comenzó en la ciudad de Nueva York, donde asistió a la prestigiosa Rayson School, desafiando los convencionalismos de género al destacarse en disciplinas científicas como física y matemáticas. Este compromiso con la excelencia académica le valió una beca para el Bryn Mawr College, donde obtuvo su título de Bachiller en Física y continuó su viaje hacia la maestría en la Universidad de Chicago.
Una carrera revolucionaria en la ciencia de superficies
Su asociación con el renombrado científico Irving Langmuir marcó el inicio de una colaboración fructífera que conduciría a importantes avances en la ciencia de superficies. En 1918, Blodgett se convirtió en la primera mujer en ser contratada como científica en el laboratorio de investigación de General Electric en Schenectady, donde se sumergió en la investigación pionera sobre recubrimientos monomoleculares. Un recubrimiento monomolecular es una capa extremadamente delgada de moléculas que se extiende sobre una superficie, formando una película continua de una sola molécula de espesor. Estas películas están compuestas por moléculas que se alinean y se adhieren a la superficie de manera organizada y compacta.
Durante su tiempo en el laboratorio de General Electric, Blodgett tuvo la oportunidad única de colaborar con algunas de las mentes más brillantes de su época, incluido el eminente físico Ernest Rutherford. Este encuentro resultó ser transformador tanto para Blodgett como para el avance de la ciencia. Bajo la tutela de Rutherford en el Cavendish Laboratory de la Universidad de Cambridge, Blodgett amplió su comprensión de la física y se sumergió en investigaciones innovadoras sobre la estructura atómica y la radiactividad. La influencia de Rutherford en su carrera no solo fortaleció su base científica, sino que también la inspiró a alcanzar nuevas alturas en la investigación de la superficie y la química aplicada.
El invento que cambió la óptica: el vidrio no refractante
El hito más destacado en la carrera de Blodgett fue su invención del vidrio no refractante, un logro que revolucionaría la industria óptica y abriría nuevas fronteras en campos como la fotografía, el cine y la aviación militar. Al desarrollar un método para depositar finas películas monomoleculares en superficies de vidrio, logró crear un material transparente que eliminaba prácticamente todos los reflejos no deseados. Este método revolucionario fue patentado por Blodgett en marzo de 1938 bajo el nombre de “Film Structure and Method of Preparation”. Durante muchos años, esta técnica fue la principal forma de producir cristales transparentes, transformando la industria óptica y abriendo nuevas posibilidades en campos como la fotografía, la cinematografía y la fabricación de instrumentos ópticos.
Anteriormente, en 1933, desarrolló un método revolucionario utilizando un calibrador de color para medir el grosor de las finas películas monomoleculares. Este avance permitió una precisión sin precedentes en la medición de recubrimientos, allanando el camino para futuras investigaciones en la física y la química de superficies.
A lo largo de su carrera, Blodgett acumuló una impresionante lista de logros, incluida la obtención de ocho patentes en los Estados Unidos y la publicación de más de treinta artículos de investigación. Su dedicación a la excelencia científica fue reconocida con numerosos premios y distinciones, incluida la medalla Francis Garvan de la Sociedad Química Americana y su inducción en el Salón de la Fama de Inventores Nacional en 2007.
El 12 de octubre de 1979, Katharine Burr Blodgett falleció en su hogar en Schenectady, Nueva York, a la edad de 81 años.
Con información de Muy Interesante.