Chihuahua, Chih. Con el objeto de promocionar e impulsar la artesaníaalfarerade Casas Grandes y Mata Ortiz, invertirán 500 mil pesos en la rehabilitación de cinco talleres, capacitación y señalética para certificar a estos inmuebles y cuyo servicio esté en mejora constante para el turismo.
La inversión será de cien mil pesos por cada uno de los cinco talleres en cuyos negocios están involucradas hasta tres familias; 73 mil pesos, estarán destinados a la rehabilitación del inmueble; 18 mil para capacitación y nueve mil pesos en la señalización.
Joni Barajas González, directora de Fomento y Desarrollo Artesanal del Estado de Chihuahua (Fodarch), explicó que este apoyo nacional se había buscado desde siete años atrás, hasta que en noviembre pasado, Emma Yáñez, directora de Fonart, visitó la comunidad de Mata Ortiz para conocer la realidad social.

Será el primer corredor artesanal y turístico y este martes estarían entregando la primera ministración a los propietarios de los talleres; conforme pase el tiempo, se estaría entregando la totalidad del recurso para que, en agosto, se concluya con el proceso.
Mata Ortiz, un lugar turístico
La comunidad de Juan Mata Ortiz, perteneciente al municipio de Casas Grandes, está situada a 327 kilómetros de la capital. Su alfarería se caracteriza por la presencia de pequeñas vasijas con formas convencionales y en algunos casos antropomorfas y zoomorfas que son adornadas en su superficie con motivos geométricos, grecas, formas humanas y animales pintados en colores ocre y negro sobre fondos blanco y crema.
La historia de Paquimé y la comunidad de Juan Mata Ortiz, se une a través de sus tradiciones alfareras y su inicio sucede hacia los años setenta del siglo XX. Por esas fechas, un solitario alfarero dio inició a la recuperación de los diseños de la antigua cerámica de Paquimé, su nombre es Juan Quezada Celado.
Este maestro alfarero desarrolló un estilo cerámico de gran éxito al que se ha llamado “barro de Mata Ortiz”; y que ha puesto a esta pequeña población desértica en el plano internacional por la excelente calidad de su producción artesanal.
La historia de Juan Quezada es muy interesante. De niño, en sus faenas agrícolas, recogía vasijas y restos de la antigua cultura Paquimé, los cuales empezó a atesorar y estudiar.

Sin tener conocimientos técnicos en la alfarería empezó a producir objetos de barro que decoraba imitando muy escrupulosamente los patrones de aquella cerámica antigua.
Para 1976, Spencer MacCallum, un antropólogo estadounidense, descubre por casualidad piezas del Maestro Quezada, en uno de sus múltiples viajes de investigación a Casas Grandes.
Al darse cuenta de la excelente calidad de las piezas, de sus finos acabados y de la fina pasta con que estaban hechas, preguntó entre los lugareños sobre el autor de esas vasijas; sólo supieron decirle que se trataba de un señor, que era cabrero, que vivía en Mata Ortiz y que gustaba de meterse a buscar cacharros antiguos en las cuevas de la sierra.
Así llegó MacCallum al pueblo de Mata Ortiz, preguntando por el señor que hacía esas vasijas. Así conoció MacCallum a Juan Quezada. “Me gustan tus vasijas”, le dijo el gringo. ¿Cuánto quieres por ellas? Juan le vendió toda su producción al antropólogo y éste prometió que regresaría por más.
Los años siguientes MacCallum se dedicó a promover el trabajo de Juan Quezada, de Mata Ortiz, logrando que este artesano pudiera consolidarse y establecer un taller familiar de gran éxito que le permitió integrar a la familia en un proyecto interesante que se convertiría en el camino hacia una insospechada historia de éxito.
El éxito de Juan Quezada quizás no se encuentra en sus vasijas “tipo Paquimé”, que tanto gustaron a MacCallum y los Cientos de compradores estadounidenses que cada año llenan de autobuses las afueras del pueblo, comprando de forma frenética colecciones enteras de cerámica que posteriormente venderán en sus galerías de Albuquerque y Phoenix a precios exorbitantes.
El verdadero éxito lo encontró Juan Quezada en la oportunidad que brindó a todas las familias del pueblo de Mata Ortiz para que aprendieran de forma seria y profesional a trabajar la arcilla blanca de la región y pintar las vasijas con esa extraordinaria precisión geométrica que deja impresionados a los más expertos. Gracias A Juan Quezada un pequeño pueblo con gran escasez, se convirtió en un prolijo pueblo de artesanos alfareros (mujeres, hombres, niños, viejos, todos) cuyo principal problema en la actualidad es que no producen lo suficientemente rápido para la cantidad de clientes que esperan afuera de sus casas por una “ollita de Paquimé”.

En la comunidad de Mata Ortiz, la gran mayoría se dedica a la artesanía que año con año atrae turismo, por lo que la intención es promover más visita y compra de los productos que ahí diseñan y fabrican.
Generalmente, los talleres dan trabajo a unas siete personas. De inicio se verán beneficiados cinco talleres pero se espera incrementar año con año.
Fueron elegidos con base a la infraestructura que ya tienen y con este programa piloto se espera despertar en los artesanos el interés por integrarse a este corredor para lograr la mayor venta y atracción de visitantes.