CDMX. En México, el rap se ha convertido en una trinchera cultural de resistencia para comunidades indígenas que buscan preservar sus lenguas frente a la discriminación y el olvido. Juan Sant, rapero totonaco de Pantepec, Puebla, asegura que su música es un acto de rebeldía contra siglos de exclusión: “Transformo la discriminación en arte para que nuestros pueblos sigan hablando totonaco, que se siga enseñando a los niños”.
De acuerdo con un reportaje de El País en México, Sant comenzó a hacer rap en 2004, pero solo años después decidió incorporar su lengua materna en las letras. Hoy su obra es parte de un movimiento de hip hop en lenguas originarias, que ha logrado revitalizar el orgullo cultural en comunidades donde hablar un idioma indígena había sido motivo de burla.
El totonaco, hablado por unas 250 mil personas en Puebla y Veracruz, enfrenta el riesgo de desaparecer pese a su reconocimiento oficial como lengua nacional. Para Sant, su música es una forma de “obstinación” frente a la falta de políticas públicas para preservarla.
La resistencia se extiende también a otros artistas como Gilberto Navor, rapero mazahua del Estado de México, quien utiliza sus letras de protesta para denunciar el racismo, la discriminación y la exclusión institucional. Su rap, cargado de rebeldía, ha encontrado espacio en festivales culturales y hasta en el Congreso mexiquense, aunque reconoce que aún hay barreras: “A los pueblos indígenas siempre se les ha negado la protesta”.
El productor y antropólogo Nicolás Hernández ha acompañado este esfuerzo desde su proyecto Mente Negra, creado hace más de una década para apoyar a músicos indígenas. Con él ha trabajado con 20 artistas, producido seis discos en lenguas como totonaco, náhuatl, maya y mazahua, y editado un libro sobre la creación musical en idiomas originarios. Su misión, explica, ha sido visibilizar propuestas independientes en un mercado dominado por las grandes disqueras y con poco interés en la cultura indígena.
México es uno de los países con mayor diversidad lingüística en el mundo: cuenta con 68 lenguas indígenas reconocidas y más de siete millones de hablantes. Sin embargo, especialistas advierten que las iniciativas oficiales para fortalecerlas son insuficientes y, en la práctica, no alcanzan a las comunidades.
Mientras tanto, el rap indígena se abre camino en plazas públicas, festivales y escenarios alternativos. Con cada verso en totonaco, mazahua o náhuatl, sus intérpretes reclaman identidad, denuncian la desigualdad y reafirman que sus pueblos existen y resisten.
Con información de Más Información.