El Salvador. La disciplina y la presentación personal se han convertido en prioridades en las aulas salvadoreñas tras la entrada en vigor de un memorándum emitido por el Ministerio de Educación el pasado 18 de agosto y que comenzó a aplicarse desde el miércoles 20 de agosto. La medida, respaldada directamente por el presidente Nayib Bukele, ordena a los directores de los centros educativos públicos supervisar diariamente el aspecto y la conducta de los estudiantes al ingresar a la escuela.

Portones como filtros de disciplina

Las nuevas reglas establecen que los directores deberán situarse en los portones de entrada para recibir a los alumnos y verificar de manera estricta cuatro aspectos: el uniforme debe estar limpio y ordenado; el corte de cabello debe ser “adecuado”; la presentación personal debe cumplir con estándares de pulcritud, y el ingreso debe realizarse de forma ordenada acompañado de un saludo respetuoso.

El lineamiento, de carácter obligatorio, advierte que la omisión por parte de los directores será considerada una falta grave de responsabilidad administrativa, lo que abre la puerta a sanciones para las autoridades escolares que incumplan.

Un nuevo rostro en Educación

La medida fue impulsada por Karla Edith Trigueros, capitana del Ejército salvadoreño y médica de profesión, quien fue juramentada como ministra de Educación apenas el 14 de agosto. Trigueros saltó al escenario nacional durante la pandemia de covid-19 como encargada de la logística del Plan Nacional de Vacunación. Ahora, con su nuevo cargo, ha marcado el rumbo hacia una política escolar que muchos interpretan como un traslado de la lógica militar al ámbito educativo.

En el memorándum, la funcionaria subrayó que los directores deben convertirse en referentes de disciplina y orden para estudiantes, docentes y personal administrativo, con el fin de garantizar un ambiente de respeto y convivencia.

Respaldo presidencial y debate social

El presidente Bukele no tardó en respaldar públicamente la disposición, presentándola como parte de la transformación del sistema educativo salvadoreño. En su visión, las normas son una extensión de la política de orden y control que su gobierno ha defendido en temas de seguridad pública.

La decisión, sin embargo, ha generado opiniones encontradas. Sectores críticos han señalado que estas medidas reflejan una “militarización” de la vida escolar y que podrían dejar de lado la discusión sobre la calidad educativa, la infraestructura deficiente o la formación docente, problemas de larga data en El Salvador.

Educación bajo un modelo de orden

En defensa de la medida, el Ministerio de Educación ha insistido en que el objetivo es reforzar valores cívicos, promover el respeto entre pares y elevar el nivel de disciplina en las escuelas públicas. La narrativa oficial sostiene que la presentación personal y el orden al ingresar a clases son el primer paso para construir una cultura educativa más sólida.

No obstante, organizaciones civiles y parte del magisterio han advertido que estas reglas corren el riesgo de convertirse en un mecanismo punitivo contra estudiantes y directores, más que en un incentivo para mejorar la convivencia. El énfasis en el uniforme y la apariencia, señalan, podría invisibilizar las desigualdades económicas que afectan a miles de familias salvadoreñas y que dificultan el cumplimiento de tales exigencias.

El desafío que se abre

Las nuevas reglas convierten a los portones escolares en filtros de disciplina, pero también en un termómetro del pulso social que vive El Salvador bajo el gobierno de Bukele. Mientras la administración busca proyectar una imagen de control y modernización, las comunidades educativas exigen que, más allá del aspecto físico, se garantice una educación inclusiva, de calidad y con recursos suficientes.

El debate apenas comienza. Por ahora, lo cierto es que la escuela salvadoreña se ha transformado en un nuevo escenario donde la política de orden, insignia del actual gobierno, se aplica desde la primera hora de la jornada escolar.

Reacciones internacionales y de ONG educativas

El Frente Magisterial Salvadoreño reiteró que estas medidas representan un enfoque autoritario y advirtió que la educación corre el riesgo de convertirse en una extensión de la disciplina castrense en lugar de un espacio formativo inclusivo.

Agencias y periódicos regionales difundieron la noticia destacando el componente de control social y disciplina escolar, así como las críticas al perfil militar de la ministra y el pleno respaldo de Bukele.

Aunque organismos como UNESCO y UNICEF no se han pronunciado directamente sobre estas medidas, sus marcos de acción ofrecen un contraste relevante:

UNESCO promueve una educación basada en derechos humanos, diversidad e inclusión, subrayando que los entornos de aprendizaje no deben ser punitivos.

UNICEF impulsa el modelo de “escuelas amigas de la infancia”, que buscan garantizar el bienestar y el desarrollo integral de todos los niños y niñas, privilegiando la protección y el acompañamiento sobre el control del comportamiento físico.
Estos enfoques internacionales contrastan con una lógica centrada en la presentación personal, la uniformidad y el orden estricto como criterios prioritarios en la educación salvadoreña.

N. de la R. La implementación de estas directrices en El Salvador ocurre en un contexto regional marcado por una creciente presencia de enfoques autoritarios en la gestión educativa, especialmente en gobiernos con fuerte impronta de control institucional. Según datos del Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2023 de la UNESCO, El Salvador ya enfrentaba retos significativos en términos de equidad y permanencia escolar: en 2022, la tasa de abandono escolar en secundaria fue del 10.7 %, siendo más alta en zonas rurales y entre estudiantes en situación de pobreza.

La nueva ministra, Karla Edith Trigueros, no tiene trayectoria previa en pedagogía o gestión educativa; su perfil militar y su experiencia durante la pandemia representan una ruptura con la línea técnica o académica que ha caracterizado a anteriores titulares del ramo. Este giro hacia una figura proveniente del Ejército ha sido interpretado por analistas como parte de un patrón más amplio del presidente Bukele de colocar figuras militares o de seguridad en cargos civiles claves, como ocurrió también en el Ministerio de Salud y en la Policía Nacional Civil.

Respecto a la fiscalización de los directores escolares, expertos en administración educativa señalan que este tipo de medidas, cuando no van acompañadas de recursos y formación para el personal docente y administrativo, pueden generar más tensiones que soluciones. La Red Salvadoreña por el Derecho a la Educación (RESALDE) ha advertido en entrevistas recientes que imponer tareas disciplinarias a los directores, sin una revisión paralela de sus funciones y capacidades, podría deteriorar el ambiente escolar y aumentar la rotación del personal directivo, ya de por sí alta.

Aunque el memorándum promueve una imagen de orden y pulcritud, no hay acompañamiento presupuestario para garantizar que los estudiantes cuenten con uniformes adecuados o recursos para el aseo personal. Según el Ministerio de Educación salvadoreño, más del 35 % de las escuelas públicas se encuentran en condiciones de infraestructura deteriorada y muchas carecen de acceso a agua potable constante, lo que contradice la narrativa de «ambiente limpio y ordenado» que se exige a los estudiantes.

En cuanto a precedentes similares en la región, en países como Honduras o Nicaragua se han implementado en el pasado políticas de control escolar similares, usualmente bajo regímenes autoritarios o con fuerte influencia militar en la política interna. Sin embargo, estudios de la Organización de Estados Iberoamericanos han concluido que estas políticas tienden a reducir la motivación estudiantil y aumentan las tasas de deserción, especialmente en adolescentes.

Aunque las normas impulsadas por Trigueros han sido promovidas como parte de una «transformación educativa», no se han anunciado hasta ahora reformas curriculares, programas de mejora docente o planes de inversión en infraestructura que acompañen este nuevo enfoque. Esta ausencia alimenta las críticas de sectores académicos que consideran que se trata más de una medida simbólica o ideológica que de una reforma educativa estructural.

Con información de Excélsior.