CDMX. “¿Dónde está el baño más cercano?” No es una pregunta cualquiera. Para miles de personas que viven con Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII), es la constante diaria. Un pensamiento que condiciona su trabajo, sus relaciones y hasta su forma de salir de casa.

Pero lo más alarmante no es solo el impacto cotidiano. Es que muchas de estas personas ni siquiera saben que están enfermas.

La mayoría de nuestros pacientes tardan hasta un año en recibir el diagnóstico correcto. Antes de llegar con nosotros, han visitado al menos tres hospitales”, cuenta el Dr. Jorge Luis de León Rendón, director de la Clínica de Enfermedad Inflamatoria Intestinal del Hospital General de México.

Una enfermedad sin rostro (pero con dolor)

La EII no se detecta con una sola prueba ni se ve a simple vista. Se manifiesta con síntomas que muchos atribuyen al estrés, la alimentación o una infección pasajera: diarrea persistente, dolor abdominal, fiebre, pérdida de peso y, en muchos casos, sangrado rectal.

Pero hay una diferencia crucial: estos síntomas no desaparecen y, si no se tratan, pueden generar daños severos en el intestino.

Cuando hablamos de inflamación intestinal, no nos referimos a gases o molestias menores. Hablamos de úlceras, de tejido sangrante, de un sistema inmunológico que está atacando al propio cuerpo”, explica el Dr. De León.

La EII se divide en dos grandes grupos: la colitis ulcerosa, que afecta exclusivamente al colon, y la enfermedad de Crohn, que puede dañar cualquier parte del tracto digestivo, desde la boca hasta el ano.

Diagnóstico tardío, consecuencias reales

En un estudio realizado por su equipo, el doctor identificó que el 73% de los pacientes con EII en su clínica habían recibido diagnósticos erróneos, como colitis nerviosa, infecciones intestinales o incluso gastritis.

El problema, advierte, es que mientras se confunde con otras enfermedades, el intestino continúa deteriorándose.

Hay quienes llegan con desnutrición, úlceras activas, o incluso con afectaciones en otros órganos. Algunos terminan en cirugía, donde tienen que extirpar parte del intestino grueso”, dice.

Y las consecuencias no son solo físicas. “Muchos pacientes usan pañal por incontinencia o sufren dermatitis severa por las evacuaciones constantes. El 50% ha perdido su trabajo por no poder controlar los síntomas”, afirma.

¿Qué causa la EII?

A diferencia de otras enfermedades digestivas, la EII no tiene una causa única. Es multifactorial.

La genética, el sistema inmune y el ambiente están involucrados. La dieta occidental, el sedentarismo y los alimentos ultraprocesados modifican nuestra microbiota intestinal y podrían detonar la inflamación crónica”, explica el especialista.

Y aunque aún no existe una cura definitiva, sí hay tratamientos capaces de controlar el daño.

Lo que sí puede hacerse: tratamiento y esperanza

Antes, los tratamientos eran básicamente antiinflamatorios y esteroides. Hoy contamos con terapias biológicas y pequeñas moléculas que actúan directamente en los mecanismos inflamatorios del intestino”, comenta el doctor.

Estos medicamentos innovadores pueden evitar hospitalizaciones, cirugías y complicaciones como el cáncer colorrectal. Pero su acceso sigue siendo limitado para muchos pacientes sin seguridad social.

Ahí es donde entra el Hospital General de México. “En nuestra clínica ofrecemos tratamientos gratuitos, incluso los más avanzados, a quienes no tienen IMSS, ISSSTE o seguro privado”, aclara De León Rendón.

¿Cuándo sospechar que algo no está bien?

El doctor recomienda estar atentos a ciertas “banderas rojas”:

Diarrea persistente, especialmente si ocurre de noche.

Sangrado rectal sin causa aparente.

Fiebre sin infección detectable.

Dolor abdominal frecuente.

Pérdida de peso inexplicable.

Si algo de esto ocurre, no lo dejes pasar. Y si ya fuiste diagnosticado con ‘colitis nerviosa’ pero los síntomas no ceden, busca una segunda opinión”, aconseja.

Más que diagnóstico: empatía

La EII no es contagiosa, pero sí es crónica. Tampoco es terminal, pero puede ser devastadora si no se atiende a tiempo. Es una enfermedad invisible, pero con consecuencias reales.

Y, como dice el doctor: “No basta con curar el intestino, también hay que cuidar a la persona”.

Con información de Excelsior.